Paz de Roda, psicóloga experta en Relaciones Afectivas y Trastornos de Ansiedad
Preocupaciones y Ansiedad
En este nuevo artículo, me gustaría hablarte de las preocupaciones y la ansiedad, en concreto del Trastorno de Ansiedad Generalizada. Este problema consiste en una sensación continuada de preocupación por los más diversos temas de la vida cotidiana (hijos, pareja, padres, trabajo, finanzas, estudios, salud, gestión del hogar y de las rutinas, organización, opinión de los demás) junto con una anticipación catastrofista, es decir, la persona imagina o piensa que sucederán eventos negativos en los temas mencionados. Esto produce una serie de pensamientos obsesivos difíciles de controlar que llevan a la persona a sentirse tensa, ansiosa y alerta durante largos periodos de tiempo (no se trata de pensamientos negativos aislados, si no de una cadena de pensamientos constantes e incómodos). Por tanto, los pensamientos se centran en un peligro futuro que parece impredecible y/o incontrolable. Los posibles problemas de la vida cotidiana no se contemplan como una probabilidad, por el contrario, la persona los vive como una certeza.
Una cadena de pensamientos negativos puede ser de este tipo: “voy a llegar tarde y se me acumulará muchísimo trabajo; voy a quedar con amigos y no me dará tiempo a recoger la casa; seguro que habrá atasco y no podré hacer la compra; me ha salido una mancha en la piel, tendré tan mala suerte de que sea cáncer; este finde me gustaría ir al campo, pero seguro que llueve; me van a despedir y no podré hacer frente a todos los gastos que tengo; no aprobaré las oposiciones y decepcionaré a todo mi entorno; se ha retrasado mi hijo, seguro que le ha pasado algo malo; mi pareja está más seria conmigo, quizá ya no esté feliz conmigo; no llego a todo, me siento desbordada; se me olvidará todo en la reunión de trabajo y quedaré en ridículo; seguro que no he revisado bien la tarea y hay errores importantes; debería hacer más deporte, y llamar más a mi madre, y esforzarme más en el trabajo, y hacer un nuevo curso de formación, soy tan poco constante; se van a dar cuenta de que soy un fraude; si no dedico más tiempo al informe, fallaré, lo tengo que revisar varias veces».
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En realidad las personas que padecen ansiedad generalizada suelen tener una enorme intolerancia a la incertidumbre así como una significativa auto-exigencia.
Además de la preocupación constante, estos pacientes experimentan un gran cansancio, dolor de cabeza, tensión muscular, problemas para conciliar el sueño, impaciencia e inquietud, problemas gastrointestinales, entre otros síntomas que pueden repercutir negativamente en su salud.
Finalmente, si la ansiedad se mantiene durante un periodo de tiempo, terminarán produciéndose consecuencias negativas en su vida cotidiana (por ejemplo, problemas laborales por la caída en el rendimiento, problemas familiares por la irritabilidad permanente, dolores de cabeza por el sobre-análisis etc).
Prevalencia: el trastorno de ansiedad generalizada se puede desarrollar a cualquier edad, aunque los pacientes suelen verbalizar que ya desde niños han sido responsables, aprensivos y/o preocupados. Entre 1 y 3 personas de cada 100 sufren TAG, siendo el 60% de ellas mujeres.
Pronóstico con y sin tratamiento: se trata de un problema crónico al que la persona se somete pensando que “es su forma de ser” y que ha de resignarse.
Sin embargo, el éxito terapéutico es elevado y consigue eliminar ese peso mental permanente que de alguna manera reduce el nivel de bienestar emocional de la persona. No se trata de volverse una persona caótica, despreocupada o irresponsable, sólo han de canalizarse los esfuerzos y expectativas para que sean productivos y sanos.
Factores de riesgo: la ansiedad generalizada es fruto de alguno de los siguientes rasgos de personalidad: auto-exigencia elevada (con baja tolerancia a los errores, al fracaso, a los resultados “mediocres”), control excesivo (con baja tolerancia a las emociones negativas, a la incertidumbre, a la novedad, a los cambios, a los imprevistos y a la desorganización), y necesidad de aceptación (con baja tolerancia a la evaluación negativa, al rechazo, al abandono y a la confrontación). Estos rasgos implican que la persona vive como amenazantes muchas situaciones de la vida cotidiana, por lo que cuando se acumulan muchas de estas situaciones o sobreviene una situación altamente estresante (un despido, una mudanza, el inicio de la universidad, el nacimiento de un hijo, el inicio de la convivencia con la pareja, un ascenso, etc) puede sobrevenir un alto nivel de alerta y ansiedad. Por ello puede ser positivo aprender a canalizar estos rasgos de personalidad. No se trata de extinguirlos (la psicología no quiere ni puede hacer algo así), sólo se trata de buscar el equilibrio adecuado. Si quieres, puedes aprender a sacarles el mayor partido a estos rasgos y minimizar la posibilidad de que desencadenen ansiedad. La terapia funciona y lo hace de forma breve y a largo plazo.
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